Sindy Martínez: una madre superviviente del cáncer de mama
- Leonardo Hinestroza
- 9 may 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 7 ago 2021
Por: Yerlin Leonardo Hinestroza García

El cáncer de mama para Sindy Catalina Martínez Martínez no fue el fin de su vida, por el contrario, la enfermedad transformó su manera de ver el mundo.
Era de noche y Sindy Martínez estaba acostada con su primera bebé de tan solo 6 meses de nacida, feliz de tener a su pequeña y hermosa Sofía junto a ella. La niña se le acercó al pecho derecho, de inmediato sintió un dolor, se tocó con esa curiosidad de saber por qué le dolía; una pequeña bola en el seno que rápidamente le hizo pensar que eso no es normal.
Al día siguiente, “aprovechando el control de la bebé”, acude al médico y expone lo que sintió en su seno derecho. Una primera ecografía que mostró todo normal, conclusión del diagnóstico: los tejidos y el conducto mamario estaban obstruidos por las mamadas de Sofía, tenía una mastitis.
Mucha vitamina E, rotación en los conductos de alimentación de la bebé y descanso fue lo recetado. El dolor continuó, las citas de Sindy eran más constantes y no era por Sofía, era por esa molestia insoportable en el seno. Cinco ecografías más y todo estaba normal.
Una mañana, como de costumbre, se sentó en la taza del inodoro antes de bañarse, miró sus pechos, los palpó como nunca lo había hecho, presionó su pecho con una leve fuerza, líquido negro salió de él, asustada y extrañada se bañó y sale de la casa al hospital. Esta vez no era solo un dolor, una bolita, no era mastitis, algo salió de su pecho derecho y no era leche materna.
Sin embargo, querían remitirla a otra ecografía a lo que Sindy respondió asustada, preocupada e impaciente: “llevo cinco ecografías doctor y no me han encontrado nada”. Su insistencia y sustentación hicieron que la remitieran al ginecólogo; esta vez, le efectuaron una biopsia, una extracción pequeña de piel del seno.
El principio del cambio
Quince días esperó para saber los resultados, llamaron a su casa, pero no le dijeron lo que tanto estaba esperando, le informaron que debía ir al Instituto de Cancerología de Medellín con el médico Fernando. El nombre del lugar no le daba muchas esperanzas, pero fue.
Llegó, e imaginándose dos posibles resultados ingresó, tomó asiento y se dispuso a escuchar al doctor. Tienes un tumor cancerígeno en el seno derecho, dijo Fernando. Sindy no entendía, su cerebro se nubló, el médico hablaba y ella solo movía la cabeza, como diciendo: sí, ajá, lo que usted diga doctor. Salió de la habitación, tomó su celular y llamó a su esposo Robert Castañeda, quien la esperaba afuera del hospital. Lo miró y le contó lo que decían los resultados. “Por qué nos pasa esto, qué hemos hecho, somos buenos padres, no hacemos daños a nadie, por qué…” entre gritos y con una rabia e impotencia exclamó su esposo.
El 23 de agosto del 2013, día en el que le diagnosticaron cáncer de mama, le enviaron múltiples exámenes para saber cómo tratar la enfermedad. No había tiempo para perder. Consciente “pero extrañada de una enfermedad que nunca había atacado a alguien de su familia”, ella y su esposo iniciaron una rutina que iba de la casa al hospital y del hospital a la casa. Su trabajo como estampadora en el centro de la ciudad tuvo que parar.
Robert fue su acompañante durante las primeras quimioterapias, gracias a que días antes fue operado del tobillo, motivo para incapacitarlo en su trabajo durante varios meses y ser el fiel apoyo de la mujer que ama.
Las visitas con la oncóloga comenzaron. En las primeras semanas a Sindy le avisaron sobre los cambios que sufriría su cuerpo: primero la caída del cabello, el cual tenía hasta la cintura, por ello le sugieren que lo donara y así lo hizo en compañía de sus dos sobrinas, hijas de su hermana, Marcela Martínez Martínez quien siempre ha sido una excelente amiga, una base y un bastón.
Un mes pasó para que Sindy Catalina Martínez iniciará sus quimioterapias. En la primera semana de octubre “trece días después”, empezó a caérsele el cabello restante: el pelo de las cejas, axilas, pestañas y cualquier otro vello que estuviera en su cuerpo. Por ello, su hermano Marlon Martínez y esposo la “raparon”, se sintió extraña por haber dejado atrás esa larga cabellera negra.


Pudo terminar las cuatro quimioterapias rojas y dieciséis blancas, las cuales fueron inyecciones y medicamentos orales que pudieron dañar su hígado, páncreas y sistema inmunológico. Estas medicinas no le quitaron el apetito, no le produjeron náuseas ni malestar corporal, si hubo mucha inflamación en su cuerpo, al punto que no podía ponerse zapatos.
Preparada para realizarse la mastectomía, la cual era para extirpar el seno derecho por completo. Luego, en veinte días una radioterapia “para eliminar los restos del cáncer de mama”, la cual quemaba su piel. Durante ese tiempo no aguantaba ponerse un brasier o que algo rozara su piel porque sentía un dolor inaguantable.
Desde que inició las terapias, consume variedad de medicamentos, pero hay uno que desde el inicio la ha acompañado: el tamoxifeno con el cual lleva cinco años. La droga sirve para prevenir, minimizar y eliminar residuos del cáncer mamario.
El apoyo de la familia
En los primeros días de la recuperación de la cirugía de Robert, la familia de Sindy Catalina “compuesta de 23 personas incluyéndola”, no pensaban dos veces para ofrecer su ayuda: ¿Qué necesitas? ¿Dónde te acompañamos? ¿Te cuidamos la niña? Para cualquier cosa estaban.
Pese que su cuerpo y su imagen habían cambiado, Sindy nunca sintió soledad, reducción de su autoestima o inseguridad. Las tías, hermanos, primos, sobrinos, esposo e hija eran y son su apoyo, ellos se encargaron de fortalecerla.
Seguía con las quimioterapias, calva, sin un seno, pero no se sintió menos mujer, “no tengo una teta, pero sigo en pie”, dice orgullosa Sindy. En su familia no importaba cómo se veía, importaba cómo se sentía, pensaba y qué deseaba hacer, ellos estuvieron y están para Sindy como ella para cada uno de sus 22 familiares.

En diciembre 21 del 2014, Sindy Martínez se casó, lo hizo con un traje clásico de boda, cubriendo su calva con un pañuelo blanco, pero con una mágica y enorme sonrisa, “la mujer más hermosa de este mundo”, dice Robert Castañeda, el esposo.
Vocera por experiencia
Gracias a los proyectos de Fundayama en capacitación y sensibilización para compartir las experiencias con el cáncer de mama, Sindy que en el pasado se atemorizaba al hablarle a más de dos personas, comenzó un cambio en su personalidad; segura, firme y apropiada del mensaje, en la actualidad habla con un empoderamiento de la palabra y su experiencia.
La Fundación, apoyo y acompañamiento a mujeres con cáncer de mama (Fundayama) que en la actualidad brinda una ayuda económica y psicológica a cualquier persona con cáncer, fue una ayuda para Sindy en sus inicios con el cáncer.
El mensaje que comparte la fundación se difunde en toda la ciudad de Medellín y en los municipios de Antioquia, en los cuales, mujeres que han padecido por el cáncer mamario relatan sus historias para que otras mujeres y hombres no pasen por lo mismos que ellas pasaron. Sindy es una de ellas, hoy en día no teme narrar su experiencia porque piensa que las mujeres la verán y dirán: sí ella pudo yo también.


Es por eso que, junto a las fundaciones Viajera de corazón, Amo mi calva, Arte taller y Mujeres al máximo, compuesto por seis mujeres entre las que Sindy hace parte, buscan transmitir un mensaje de fuerza y apoyo a todas las que padecen la enfermedad. Poli, quien murió hace tres meses después de aguantar dos quimioterapias. Marlenis, quien le extirparon ambos senos. Beatriz, tiene mastectomía en un seno. Lina, expresidenta de Fundayama, también es una superviviente del cáncer mamario y Carla, de 25 años enfrentó la misma operación que Sindy.

Grupos de mujeres guerreras que relatan su experiencia con el cáncer mamario y gritan fuertemente ¡no soy sobreviviente, soy superviviente del cáncer de mama!
La relación que Sindy Catalina Martínez Martínez ha formado con sus amigas, colegas y luchadoras de esta enfermedad han ampliado su visión sobre qué es importante y por qué estoy aquí; como si fuera un mensaje divino para direccionar su vida y la de sus allegados.
Valora mucho el buen trato y las reuniones familiares, detalles tan breves pero significativos que la alientan a seguir y no parar, especialmente estos últimos seis meses porque dio a luz a su segunda hija, Laura. Ya había terminado las quimioterapias, extraído el seno con cáncer y los medicamentos que consume para seguir el tratamiento médico no le impedían procrear. Por Sofía y Laura, Sindy daría todo, por ellas seguirá aferrada a este mundo y compartiendo a quien desee escucharla su experiencia con el cáncer de mama.
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